Rescatamos
un precioso cuento que nos hace reflexionar sobre nuestra capacidad de
disfrutar cada minuto. Esperamos que lo disfrutéis.
...
El Buscador traspasó el portal y empezó a caminar lentamente entre las piedras
blancas que estaban distribuidas como el azar, entre los árboles.
Dejó que
sus ojos se posaran como mariposas en cada detalle de aquel paraíso multicolor.
Sus ojos
eran los de un buscador, y quizá por eso descubrió aquella inscripción sobre
una de las piedras: Abdul Tareg, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días.
Se
sobrecogió un poco al darse cuenta de que aquella piedra no era simplemente una
piedra: era una lápida.
Mirando a
su alrededor se sintió terriblemente conmocionado. Aquel hermoso lugar era un cementerio, y cada
piedra era una tumba.
Una por
una, empezó a leer las lápidas. Todas
tenían inscripciones similares: un
nombre y el tiempo de vida exacto del muerto.
Pero lo que le conectó con el espanto fue comprobar que el que más
tiempo había vivido sobrepasaba apenas los once años...
Embargado
por un dolor terrible, se sentó y se puso a llorar.
El
cuidador del cementerio pasaba por allí y se acercó. Lo miró llorar un rato en silencio y luego le
preguntó si lloraba por algún familiar, -- No, por ningún familiar -dijo el
buscador-- ¿Qué pasa en este pueblo?
¿Qué cosa tan terrible hay en esta ciudad? ¿Por qué hay tantos niños
muertos enterrados en este lugar? ¿Cuál
es la horrible maldición que pesa sobre esta gente, que le ha obligado a
construir un cementerio de niños?
El anciano
sonrió y dijo: -Puede usted serenarse.
No hay tal maldición. Lo que pasa
es que aquí tenemos una vieja costumbre.
Le contaré:
"...Cuando un joven cumple los 15 años,
sus padres le regalan una libreta como esta que tengo aquí, para que se la
cuelguen al cuello.
Es
tradición entre nosotros que, a partir de ese momento, cada vez que uno
disfruta intensamente de algo, abre la libreta y anota en ella:
A la
izquierda, qué fue lo disfrutado
A la
derecha, cuánto tiempo duró el gozo.
Conoció a su novia y se enamoró de ella ¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla? ¿Una semana? ¿Dos? ¿Tres semanas y media?
Y después,
la emoción del primer beso, el placer maravilloso del primer beso... ¿cuánto
duró? ¿El minuto y medio del beso? ¿Dos días? ¿Una semana?
¿Y el
embarazo y el nacimiento del primero hijo...? ¿Y la boda de los amigos? ¿Y el viaje deseado? ¿Y el encuentro con el
hermano que vuelve de un país lejano? ¿Cuánto tiempo duró el disfrutar de esas
situaciones? ¿Horas? ¿Días?
Así, vamos anotando en la libreta cada momento
que disfrutamos... Cada momento.
Cuando
alguien se muere, es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo
de lo disfrutado para escribirlo sobre su tumba. Porque ese es para nosotros el único y
verdadero TIEMPO VIVIDO.
Os deseamos una libreta llena de
"TIEMPO VIVIDO"
Tomado de Cuentos para pensar - Jorge Bucay
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