Fotografía: Archie Campbell |
Hace unos días un cliente nos comentó sus
inquietudes con respecto a las reacciones que tenía su hija de 14 años cuando
la castigaban sin móvil o sin salir con sus amigas. Las consideraba
desproporcionadas y no entendía el por qué; nos llegó a confiar preocupado que
a veces pensaba que estas reacciones parecían como si tuviese el "mono"
típico de las adiciones a sustancias.
Si os sentís
identificados con este tipo de reacciones, principalmente en vuestras hijas, os
tranquilizaremos diciendo que existe una explicación científica y fisiológica a
este tipo de comportamiento en adolescentes femeninas cuando se las priva del
contacto con sus iguales.
Louann Brizendine, en
su libro "El Cerebro Femenino", expone sus conclusiones de manera muy
clara. Rescatamos algunos puntos:
Muchas mujeres encuentran alivio biológico en compañía de otra; el lenguaje es el pegamento que conecta a las mujeres entre sí. No es de sorprender, pues, que algunas áreas verbales del cerebro sean mayores en las mujeres que en los hombres ni que éstas, en general, hablen mucho más que ellos. Las cifras cambian pero, como promedio, las chicas pronuncian dos o tres veces más palabras al día que los chicos. Ya sabemos que las niñas hablan antes y que a los veinte meses tienen en su vocabulario el doble o el triple de palabras que los niños. Estos, al final, se igualan en vocabulario pero no en velocidad. Las chicas hablan más deprisa, sobre todo cuando se hallan en un ambiente social.
Incluso entre
nuestros parientes primates hay una gran diferencia en la comunicación vocal
entre machos y hembras. Las monas Rhesus, por ejemplo, aprenden a vocalizar
mucho antes que los machos y usan cada uno de los diecisiete tonos vocales de
su especie durante todo el día y siempre para comunicarse entre sí. En cambio,
los monos Rhesus machos aprenden sólo de tres a seis tonos y, en cuanto son
adultos, dejan pasar días y hasta semanas sin vocalizados en absoluto.
¿Os suena familiar?
Y ¿por qué van las
chicas al baño para hablar? ¿Por qué pasan tanto tiempo al teléfono con la
puerta cerrada? Es que están intercambiando secretos y cotilleos para crear
lazos de amistad e intimidad con sus pares, formando bandas muy unidas con
reglas secretas. Hablar, decirse secretos y cotilleos, se convierte en la
actividad favorita de las chicas, en sus instrumentos de navegación y en alivio
de los altibajos y el estrés de la vida.
Fotografía: Ahmad Zikri Mohammad Zuki |
La doctora Brizendine
nos presenta un caso concreto:
La madre de Shana se
quejaba de que no podía lograr que su hija de quince años se concentrase en el
trabajo, ni siquiera en la conversación acerca de la escuela. Tal cosa la podía
leer yo en la cara de Shana. Ya ni se hablaba de que se quedara en la mesa
durante toda la cena. La muchacha ponía cara de drogada mientras estaba sentada
en mi sala de espera, sin dejar de estar pendiente del próximo mensaje de texto
que le enviaría su amiga Parker. Las notas de Shana no habían sido brillantes y
se estaba convirtiendo en algo así como en un problema de orden en la escuela;
por tanto, le prohibieron encontrarse con su amiga. Su madre, Lauren, le había
negado también el uso del móvil y del ordenador, pero la reacción de Shana al
verse apartada de sus amigas fue tan extremada —chilló, dio portazos y empezó a
destrozar su habitación— que Lauren cedió y le permitió veinte minutos diarios
de móvil para establecer contactos.
Sin embargo, como no
podía hablar en privado, Shana recurrió a los mensajes de texto.
Fotografía: Ramón Menéndez |
Existe una razón biológica para esta conducta. Al
establecer contacto por medio de la charla se activan los centros del placer en
un cerebro femenino/' Todavía se activan más estos centros al compartir
secretos que tengan implicaciones románticas y sexuales. No estamos hablando de
una reducida cantidad de placer. Ese placer es enorme, es un grandioso flujo de
dopamina y oxitocina que constituye el mayor y más voluminoso deleite
neurológico que se puede obtener, aparte de un orgasmo. La dopamina es una
sustancia neuroquímica que estimula la motivación y los circuitos del placer en
el cerebro. En !a pubertad, el estrógeno aumenta la producción de dopamina y
oxitocina en las muchachas La oxitocina es una neurohormona que dispara la intimidad
y es disparada por ésta.
Cuando el estrógeno se eleva, el cerebro de una
adolescente es impulsado a fabricar todavía más oxitocina y reforzar sus lazos
sociales. A mitad del ciclo, durante la producción culminante de estrógeno, el
nivel de dopamina y oxitocina de la chica está también, probablemente, en su
máximo nivel. No solo está en la cumbre su cascada de palabras sino su avidez
de intimidad. La intimidad libera más oxitocina, que refuerza el deseo de
conectarse y, a! hacerlo, conlleva la sensación de placer y bienestar.
Fotografía: Ramón Menéndez |
Tanto la producción
de la oxitocina como la de la dopamina están estimuladas por el estrógeno
ovárico at comienzo de la pubertad y durante el resto de la vida fértil de una
mujer. Esto significa que las adolescentes obtienen incluso más placer al principio
de sus contactos y lazos —jugando con el cabello de la otra, cotilleando y
yendo de compras juntas— del que lograban antes de la pubertad. Éste es el
mismo influjo de dopamina que los adictos a la cocaína o la heroína obtienen
cuando se drogan. La combinación de la dopamina y la oxitocina forma la base
biológica de este impulso en pos de la intimidad, con su efecto reductor del
estrés. Si tu hija adolescente está siempre hablando por teléfono o mandando
mensajes a sus amigos, es cosa de muchachas y le ayuda a atravesar cambios
sociales estresantes. Pero no debes permitir que sus impulsos dicten tu vida
familiar. A Lauren le costó meses de negociaciones conseguir que Shana
estuviese sentada durante toda la cena de la familia sin mandar mensajes al
mundo entero. Dado que el cerebro de una adolescente se siente tan recompensado
por la comunicación, es un hábito difícil de reprimir.
Esperamos que la
lectura del artículo os ayude a comprender mejor estos "desconcertantes" comportamientos de vuestras hijas.
Fuente:
El Cerebro Femenino - Louann Brizendine
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