Fotografía: Fotos RR |
¿Qué
nos sugiere la palara "adolescencia"?
G. Stanley
Hall definía la adolescencia y juventud como períodos de tormentas y estrés
Erik
Erikson como la época más tumultuosa de las diferentes crisis de identidad que
atravesamos a lo largo de la vida.
Pasión por
el riesgo, poca valoración de las consecuencias, bajo nivel de atención, poca
credibilidad a consejos paternos, continua trasgresión de límites, enfoque en
recompensa inmediata, poca visión a largo plazo, etc.
Este tipo de
pensamiento surgió cuando los investigadores desarrollaron la tecnología de las
imágenes del cerebro que posibilitaron ver el cerebro de un adolescente con suficiente
detalle como para poder seguir tanto su desarrollo físico como sus patrones de
actividad.
Las
investigaciones sugieren que, comparados con los adultos, los adolescentes
valoran más la recompensa que las consecuencias, y cuando están con amigos, la
ecuación se multiplica.
Lo primero a tener en cuenta es
que nuestro cerebro tarda en desarrollarse mucho más de lo que nos
imaginábamos. Pasa por un proceso de reorganización masiva entre los 12 y los
25 años. Realmente no crece mucho durante este período, ya ha alcanzado casi el
90% de su tamaño a la edad de los 6 años, pero según va avanzando hacia la
adolescencia, el cerebro pasa por una remodelación extensa.
Los axones
van aumentando su capa de mielina, aumentando la velocidad de transmisión de
los axones en un centenar de veces. A la vez, las dendritas aumentan sus
ramificaciones y aquellas sinapsis que más se utilizan crecen más fuertes y
enriquecidas. De la misma forma, las sinapsis que no se usan van perdiendo
fuerza. Esta poda es la que hace que el córtex se vaya haciendo más fino y más
eficiente y estos cambios hacen que el cerebro se vaya convirtiendo en un
órgano más rápido y sofisticado.
Ilustración: Dr. Flavio DellAcqua |
Estos
cambios se van produciendo de manera lenta y progresiva desde la parte trasera hacia
la frontal, desde las áreas en las que el cerebro se encarga de funciones más
básicas y ancestrales del comportamiento humano, tales como la visión, el
movimiento y procesos fundamentales, hacia áreas del pensamiento más
evolucionadas y complicadas que se encuentran en la zona frontal.
El resultado
de este proceso es una mejor integración de la memoria y la experiencia en la
toma de decisiones. Al mismo tiempo, las áreas frontales desarrollan una mayor
velocidad y mejores conexiones.
Cuando el
proceso ha terminado, somos capaces de gestionar impulsos, deseos, metas,
intereses, normas, ética e incluso altruismo, generando un comportamiento más complejo
y sensible.
Este
trabajo, cuando el cerebro no está aún "rodado" se hace de manera
torpe. No resulta fácil hacer funcionar todos los engranajes al principio.
La
Universidad de Pittsburg realizó una investigación para medir la capacidad
inhibitoria en adolescentes y concluyó que el 45% de las veces los adolescentes
fallaban en su control de impulsos, aunque a los 15 años eran muy capaces de
puntuar tan bien como un adulto si estaban suficientemente motivados en la
tarea y resisten la tentación en el 70/80% de los casos. Lo más interesante de
este estudio no fueron los resultados sino que los adolescentes, comparados con
los adultos, tienden a utilizar menos las regiones cerebrales que gestionan el
rendimiento, detectan errores, planifican y mantienen la concentración, áreas a
las que los adultos acceden de manera automática.
Durante los
últimos años, la explicación de porqué los adolescentes cometen tantas
imprudencias y actúan de formas tan poco comprensibles para los adultos ha sido
porque sus cerebros " aún no están terminados de hacer, son cerebros
inmaduros". En realidad, la verdad científica nos cuenta otra versión
gracias a nuevas investigaciones llevadas a cabo bajo un enfoque diferente, más
alineado con la teoría de la evolución.
Fotografía: Gabriel Bouys - AFP |
Sus
conclusiones nos presentan a un adolescente que lejos de ser un "borrador
de lo que será de adulto" es una criatura exquisitamente sensible,
altamente adaptable y con conexiones casi perfectas para afrontar el proceso de
mudanza que inevitablemente tiene que vivir del seguro hogar al complejo mundo
exterior.
Esta
visión encaja mucho mejor con los adolescentes y mucho más con los principios
biológicos más fundamentales, la selección natural, que no es más que una verdadera
pesadilla de rasgos disfuncionales (angustia, idiotez, prisa, impulsividad,
egoísmo, torpeza, imprudencia). Estos rasgos no habrían sobrevivido a la selección
natural de no haber sido porque son las características fundamentales y
emergentes de este periodo.
Realmente
estos no son rasgos que caractericen a la adolescencia por sí mismos, lo que
ocurre es que son muy evidentes porque nos molestan y porque ponen a nuestros
niños en peligro. El foco con el que deberíamos ver esta etapa del desarrollo
es el de la adolescencia como un periodo altamente funcional y adaptativo.
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Fuente: National Geographic - David Dobbs "The
new science of the teenage brain" (Oct. 2011)
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