Es frecuente la dificultad para
acoger críticas y consejos que se reciben por parte de otras personas, bien sea
porque nos deja en una posición de inexperiencia o se percibe como un juicio a
nuestra propia capacidad. Cuando el consejo viene de alguien cercano o un
miembro de la familia, es más frecuente que las contestaciones que damos
rechacen o le quiten valor a la crítica o sugerencia que recibimos.
En este sentido, evaluar la situación concreta e intentar leer desde qué lugar se hace el comentario (desde la genuina intención de ayuda, desde una posición de crítica destructiva…) hace la diferencia al momento de dar una respuesta verbal y emocional a estas situaciones. En algunas ocasiones, la sensación de intromisión por parte del otro tiene que ver con nuestra propia exigencia o inseguridades. Si podemos evitar sentirnos amenazados por eso que entendemos como crítica insistente y, en su lugar, aceptarla con paciencia y gratitud, nuestras vidas pueden transformarse. Profundicemos en ello…
Evaluar el contexto de la crítica
nos ayuda a integrarla cuando hay muchos puntos ciegos dentro de nuestra propia
visión de nosotros mismos. Muchas personas piensan que el mejor regalo que
pueden hacer a otros es ofrecerles la visión y experiencia que arduamente han
ganado a lo largo de su vida. Esto pasa a menudo en el entorno familiar. Por
ello, cuando puede parecer que se ponen insistentes y “criticones”, es probable
que estén tratando de hacer, con buena intención –aunque no siempre con la
mejor actitud o elección de palabras- alguna o todas de las siguientes cosas:
1. Intentando ayudar de forma
sincera o evitando que atravesemos por un posible desastre que en algún momento
les quitó el sueño a ellos mismos.
2. Intentando dar sentido a sus
propias situaciones valiéndose de nuestra experiencia como piedra de toque (es decir, como un punto de comparación para probar la exactitud o veracidad de su propia vivencia).
3. Intentando acercarse o
conectar con nosotros desde su experiencia.
Sin embargo, como muchas veces
tendemos a actuar defensivamente, con temor o vergüenza a estar equivocados,
acusamos a la otra persona de no tener idea de lo que habla, de ser controladora,
intrusiva o malintencionada; cuando en realidad su crítica corresponde a un gesto de amabilidad.
Aunque podemos sentirnos
controlados o minusvalorados, en muy pocas ocasiones realmente están intentando
controlarnos o hacer un comentario con malicia. Es cierto que muchas veces las
palabras escogidas no facilitan la recepción del mensaje o no mitigan la
sensación de intromisión, sin embargo, si somos capaces de hacer una pausa y
ver que la intención original es positiva, acogemos el mensaje de forma menos
defensiva.
En muchas ocasiones las
respuestas defensivas son una manera de cuidarnos y recuperarnos de nuestra
propia frustración, dado que podemos sentirnos indefensos, inadecuados o
impotentes de cara a alguna situación, asimismo porque como seres relacionales,
nos importa agradar a los demás y en muchas ocasiones la aprobación de otros
tiene un potente significado para nosotros.
El autor cuenta su propia
experiencia:
Mi padre era una fuente inagotable
de consejos. Me decía que podía ganar gran sabiduría a partir de sus propios
años de experiencia, o incluso solucionar todos los problemas en mi vida.
Un día, tras haber repelido y
aplastado otra de sus múltiples sugerencias, se enfurruñó y dijo “¿Sabes? He
estado en este mundo mucho más tiempo que tú. He aprendido algunas cosas que te
podrían ser de mucha ayuda”.
“Gracias papá” Le dije y, con tono
jocoso, continué “Pero ¿sabes? Mañana tengo una comida de negocios con alguien
incluso mayor que tú. Así que me aseguraré de obtener la primicia directamente
de él”.
Disfruté de mi réplica
inteligente. Pero pasarían años hasta que me diera cuenta que había respondido
desde la debilidad, no desde la fortaleza. Con pobreza de espíritu, no con
generosidad.
Intentemos ver desde un punto de
vista diferente. A menudo recibir es
un acto mayor de generosidad que dar. El reto está en mantener el mismo espíritu de
generosidad cuando recibimos consejos o críticas de otros. Quizá tengan una
razón genuina para expresarnos aquello que nos comentan. Quizá inocentemente
nos entregan su experiencia como un regalo, esperando que la recibamos y la
veamos con esa misma intención, tenga o no el mismo valor para nosotros que
supone para ellos.
Esto desde luego no significa que
todo el mundo tenga un papel para opinar y decidir sobre nuestras vidas o
decisiones, o que las intromisiones son siempre bienvenidas. Quiere decir que
puede que nuestra necesidad de defendernos y sentirnos “más grandes” nos lleve
a obviar la intención de cuidado y cercanía que pretende el otro. Sin duda,
cojamos o no el consejo, aceptarlo con gratitud y paciencia nos enriquece a
nosotros mismos y al otro.
Artículo original de Rob Asghar
para Forbes: How to take criticism like a hero.
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