A pesar del deseo de muchos padres
de poder disfrutar del verano para compartir con sus hijos (y de estos para
descansar del ritmo escolar), la falta de compatibilidad de horarios, el cambio
de rutina o la dificultad para mantener ciertos hábitos y reglas pueden hacer
de las vacaciones un momento difícil a nivel familiar y parental. Las
vacaciones –tan anheladas por todos, en especial por los más pequeños- pueden
convertirse entonces en un momento de tensión familiar y en una fuente de
conflictos en casa, dadas las nuevas demandas en cuanto a la organización del
tiempo familiar y la falta de costumbre en la convivencia.
Lo cierto es que, después de un
largo periodo de esfuerzos en distintos niveles y roles, las vacaciones de
verano han de ser una pausa para recargar energías y conectar a nivel familiar
en contextos distintos a los habituales. Es por ello, que nos gustaría
reflexionar sobre algunos puntos que pueden ser de utilidad para que el verano
no termine siendo una época de desgaste y desencuentros entre padres e hijos.
-Tomar un tiempo para celebrar el esfuerzo, intentando no enfocarnos
únicamente en los resultados obtenidos. Es necesario que podamos dotar de
sentido lo que ha sido el año escolar y que los niños tengan la oportunidad de
ver en retrospectiva su trabajo y aquellos puntos que sienten que han de
reforzar. En los años escolares aprendemos a valorar lo que hacemos, cómo lo
hacemos y lo que conseguimos. Centrarnos sólo en esto último puede mermar la
flexibilidad que necesitan nuestros niños y adolescentes para enfrentar retos
futuros sin que los reveses impliquen un deterioro de su propia imagen y
capacidad. Los éxitos y fracasos son constantes en el día a día y se suceden a
lo largo de nuestro desarrollo. Asimismo, los puntos de luz y oscuridad dotan
de matices la vida y nuestra valoración debería estar dotada de la misma
complejidad… Una valoración comprehensiva que vaya más allá de la noción común
absolutista de éxito o fracaso.
-Gestionar la flexibilidad horaria, dentro de un marco constante de
rutinas diarias y normas de convivencia. La pausa que implica el verano
debe llevar consigo un continuum entre el esfuerzo que se ha hecho a lo largo
del año y la preparación para el siguiente. Muchos padres recompensan el
esfuerzo de sus hijos permitiéndoles más horas de sueño, horarios más laxos
para irse a la cama, más tiempo de juegos de consola, hábitos alimenticios
menos cuidados o cierta dejadez en cuanto a las tareas y responsabilidades en
casa. Aunque la intención es honesta, la renuncia a la rutina diaria implica en
la mayoría de los casos una fuente de conflicto entre padres e hijos (en el
momento presente o a futuro) y mayor tensión en cuanto a la compatibilización
del tiempo en el caso, sobre todo, de aquellos padres que han de seguir
trabajando durante buena parte del verano. La flexibilidad horaria es necesaria
y justa, sin embargo es necesaria asimismo una rutina que de seguridad al niño,
lo prepare para el próximo año y que le proporcione un marco para respetar la
convivencia familiar. Cuando se obvia dicha rutina o se flexibiliza en extremo,
retomarla en la vuelta al cole resulta un trabajo agotador –para padres e
hijos-, ya que es necesario re-aprender hábitos y reglas. Que tus hijos quieran
ver una peli que termina a las 11:15 (cuando su hora tope para ir a la cama
suele ser a las 9:30) no implica una desautorización a la regla, sí lo es cuando
permitimos que, por ejemplo, al terminar la peli jueguen a la play hasta las 3:00, se despierten al
día siguiente a las 13:00 y no puedan entonces cumplir con normas de
convivencia y responsabilidades establecidas (pasear al perro, ayudar a papá en
el jardín, asistir al campamento de verano…). Es necesario flexibilizar los
horarios, sin embargo esto ha de hacerse sin abandonar una rutina mínima
diaria.
-Planificar actividades conjuntas… de manera conjunta. El cambio de
año también es reflejo del crecimiento de nuestros niños. Sus aficiones,
intereses, motivaciones cambian con la edad y con el tiempo. Es importante
planificar momentos de encuentro familiar, pero en especial hacerlo en
consonancia con estas motivaciones.
-Manejar una “agenda vacacional”. Para ello es necesario informar a
los niños de nuestros planes, no imponerles sin previo aviso deberes
relacionados con lo académico o con el hogar y planificar pequeñas actividades
conjuntas. Es muy útil programar actividades sencillas que permitan un tiempo
para compartir a nivel familiar y a la vez dar espacio para que puedan realizar
actividades que no suelen tener cabida en el horario escolar regular (compartir
con amigos o familiares lejanos, realizar actividades “extraescolares” que no
han tenido espacio durante el año…).
-Intentar involucrar a tus hijos en tareas que impliquen cada vez mayor
grado de autonomía. El verano es buen momento para que los niños practiquen
“ser mayores”, ganen en autonomía. Muchas veces esto es necesario dados los
horarios de trabajo de los padres frente al tiempo libre de los hijos (tienen
que cuidar de un hermano menor, preparar la comida, desplazarse solos a algún
lugar). En estos casos, es importante recalcar cómo el niño va ganado en
autonomía y reconocerle aquellas tareas en las que se va implicando y en las
que va colaborando a medida que va creciendo.
-Aprovechar el tiempo libre en común para conectar intereses. El
desarrollo sano de los niños implica una conexión con su mundo, su entorno y su
comunidad. Es necesario tener esto en cuenta para programar actividades en el
tiempo que toda la familia tiene libre para acompañarlos lúdicamente en ese
camino de aprendizaje. Discutir un libro de interés juntos, visitar un lugar
que sea significativo en la historia personal de los padres compartiendo
sensaciones y percepciones en cuanto al mismo, tomarse un tiempo para ver una
peli o serie que les guste a todos y luego hablar sobre ella, leer algún post, artículo o noticia de interés y
reflexionar sobre ello, visitar un museo de la ciudad al que siempre habéis
querido ir y no “encontrasteis el tiempo para hacerlo”… Son muchas las opciones,
¡deja fluir tu creatividad!.
-Y, por último ¡Pierde miedo al “aburrimiento”!. Muchos padres
tiemblan frente al “estoy aburrido” de sus hijos… Es necesario intentar no
sucumbir ante ese miedo y correr a atiborrarlos de actividades… Nuestros niños
están inmersos en un mundo de constantes estímulos y muchas veces frente a la
ausencia de esa corriente incesante de emociones y actividades, reclaman el
aburrimiento como si se tratase necesariamente de algo negativo. Hemos de tener
muy presente con respecto a esto, que las pausas son necesarias para integrar
vivencias, descubrir motivaciones, tomar iniciativas que muchas veces quedan
adormiladas por la respuesta automática frente a una estimulación permanente. Estar
“aburrido” puede ser un excelente punto de partida para probar cosas nuevas y
buscar nuevos retos. El aburrimiento puede convertirse en dejar la play y salir un rato al parque, dar
caminatas más largas en las mañanas con el perro o con amigos, descubrir rincones nuevos del
vecindario, encontrarse con nuevas motivaciones, probar que se es capaz de
hacer cosas distintas (preparar una tarta, hacer una peli casera, leer un libro
que se tenía “olvidado”, conocer nuevos amigos…). ¡El aburrimiento puede ser la
puerta a muchas cosas nuevas por conocer!.
Esperamos que estas notas puedan
generar iniciativas que hagan de vuestro verano un momento de encuentro y que
los conflictos, si los hay, sean portadores de mejoras y crecimiento familiar.
¡Buen verano!
Artículo de Kreadis©
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