
A partir de esto, nos gustaría ampliar algunas
de las reflexiones allí expuestas. A lo largo de las diversas ponencias y
debates, surgen preguntas tales como la manera en la que se canaliza el mal,
así como el papel que jugamos como sociedad en este sentido. Es precisamente el
"mal incorporado en lo
cotidiano" el que más nos afecta, aún sin notarlo.
El
mundo está cambiando y con él la manera en que afrontamos y categorizamos los problemas.
La sociedad actual tiende hacia el enmascaramiento de "lo negativo",
negando un polo indisociable de la vida, de aquello que nos hace ser humanos. Un
ejemplo de ello, puede ser la forma en la que escogemos expresar "lo
negativo", disfrazándolo: "No hay bajadas de sueldos sino ajustes, no
estamos en crisis sino en etapa de transición...".
¿A qué
refiere este mal cotidiano? No es
fácil imaginarse el mal desde la dimensión de la banalidad. Podemos entenderlo como
la crueldad de lo ínfimo, como la insignificancia inicial que se multiplica y
da lugar a daños mayores, como la convivencia frívola con crueldades cotidianas
que anestesian. Esto no significa necesariamente "maldad", ya que este
es un término atribuido al ser humano que indica ausencia de moral o afecto por
el entorno. Quien puede ejercer el mal cotidiano son personas "normales y
corrientes" con una -mejor o peor- conciencia de la moral y la ética, de
lo que es el "bien" y el "mal".

En
esta línea, I. Sanfeliu hace un pequeño apunte sociológico con respecto al
tema: Quizá no es tanto que los
escenarios bélicos se multipliquen, como el hecho de tener incesantemente
noticias actualizadas desde paisajes dispersos por el globo, lo que transmite
la sensación de vivir un mundo cada vez más encolerizado. Por otra parte sí es
cierto que uno de los efectos de la globalización, es incrementar la diferencia
en la distribución de riqueza y que este hecho pone en marcha procesos nutridos
por el resentimiento y la desesperación.

A este respecto, Zygmunt Bauman reflexiona acerca de lo que llama "ceguera
moral" que, en su opinión, se está convirtiendo en una característica de
nuestro tiempo. Este concepto denuncia la falta de sensibilidad ante el
sufrimiento humano y el deterioro moral progresivo que se experimenta en la
actualidad. Así, las obligaciones morales se flexibilizan, lo que genera una
espiral que da permiso a hechos y a autores para causar daños a otros -sin
consecuencias alineadas con tales hechos-.
Bauman coincide con Hannah Arendt, quien
acuñó inicialmente el término de banalidad
del mal, al considerar que cualquiera puede convertirse en verdugo para
otra persona al negarle su subjetividad y dignidad. Éste es el aspecto en el
que nos gustaría hacer énfasis. Como apuntaba G. Bibeau el bien está acompañado de la negrura del mal, como
tantos pares antitéticos que se convocan para existir: vida-muerte,
salud-enfermedad, luz-sombra, un mundo en donde difícilmente se puede
excluir un polo sin sacrificar la realidad.
Pensar
que la eliminación de lo negativo está a nuestro alcance o que es un hecho
asépticamente alienable, es una errónea aspiración a la reconciliación
universal. Es más, nos lleva a una velada deshumanización. Esta oposición hacia
el mal, como algo que puede ser "amputado", o algo ajeno a nosotros
mismos, impide sacar la faceta del mal
inscrita en el bien y confunde el
pensamiento. La humanidad está compuesta de ambos polos, hay que pensar en las
dos caras, en sus grises intermedios. Incluso, la bondad absoluta es impensable
en el humano, hasta el gesto más generoso puede tener su sombra de vanidad.

La
alternativa a la violencia no es la no-violencia, la historia nos da un amplio
ejemplo de ello a través de las innumerables guerras que se emprenden en nombre
de la paz. En lugar de la mera negación del mal,
ha de incorporarse el debido reconocimiento de dichas facetas que se tienden a
negar de manera sistemática. Ya que de lo contrario, en lugar de reducir la
violencia, ésta retorna en la cotidianidad de forma más o menos encubierta.
Si
podemos reconocer que el mundo complejo en el que vivimos contiene horror,
injusticia, bondad, amor, pulsiones destructivas a la vez que creadoras de
vínculos, entonces puede que lo peor no llegue necesariamente y podamos
difuminar con mayor claridad las fronteras entre el bien y el mal. Puede que
nos sea posible despertar a ese sujeto
entumecido que reside en cada uno de nosotros, ese que
libra con el mal cotidiano.
Fuentes:
- Gilles Bibeau - XV Congreso
Internacional Grupo Psicoterapia y Psicoanálisis - Granada Octubre 2016
- La Banalidad del Mal - Isabel Sanfeliu
- Septiembre 2016 - Segpa
- Ceguera moral. La pérdida de
sensibilidad en la modernidad liquida. - Bauman, Z. y Donskis, L. (2015)
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