Llega la Navidad y los niños la esperan
con ilusión, tanto por lo que representa de regalos y celebraciones como por la
parte lúdica de vacaciones, mayor cercanía familiar y realización de
actividades conjuntas.
Por el lado de los adultos, se suelen
escuchar comentarios dispares al respecto: "Es la época que más me gusta
del año, familia, regalos, buen rollo", "Llegó el stress, lo paso
fatal, reuniones familiares en las que hay que pasárselo bien, compras a toda pastilla,
gastos innecesarios, quiero que pase pronto".
El Observatorio Faros, plataforma de
promoción de la salud del Hospital Sant Joan de Déu, ha publicado un cuento sobre
este tema -El Invento Navideño-, que
queremos rescatar para dar una perspectiva desde el niño sobre lo que espera de
la Navidad.
"El Señor Eduard era un poderoso
empresario de unos famosos grandes almacenes. En su afán por innovar y ganar
aún más dinero del que ya tenía, comenzó a pensar qué nuevo producto podría
vender esas navidades. Quería inventar algo nunca visto, algo que le permitiese
llenar sus galerías de compradores.
Dedicaba horas a discurrir qué podría
vender, pero no se le ocurría nada nuevo: ‐¿Un árbol de navidad de oro?... no,
sería demasiado caro...‐ pensaba‐ ¿espumillón que alumbre en la oscuridad? ¿Un
muñeco de nieve que cobre vida?... ¿Un Papá Noel que limpie la casa?
No cesaba de pensar y pensar hasta que
un día, en plena noche mientras dormía, tuvo una revelación. Despertó sobresaltado
y gritando de alegría:
‐¡Ya lo tengo! ¡Genial! ¡Por fin sé lo
que me hará más rico esta navidad!‐ Entusiasmado se levantó de la cama de un salto,
tomó su libreta de notas y comenzó a escribir y dibujar la idea que había
tenido en su sueño para que no se le olvidase.
Era aún de noche, pero estaba tan
eufórico que no podía dormir. En silencio para no despertar a sus hijos ni a su
mujer, cogió su abrigo y su sombrero y se dirigió a sus grandes almacenes para
comenzar a trabajar en su proyecto. Estaba muy alegre y entusiasmado.
A mediodía su invento ya estaba listo,
sería todo un éxito, pensaba Eduard. Lo sacaría al mercado un par de semanas
antes de la navidad.
Llamó a todos sus empleados y a su
familia para presentarles con orgullo su nueva creación. Todos estaban muy intrigados.
Eduard había inventado un instrumento
para que las personas no tuviesen que invertir tiempo en poner los adornos
navideños. Accionando un simple botón, la máquina desplegaba el árbol, colocaba
las bolas, el espumillón, las luces, la estrella de la cúspide y demás
ornamentación típica. Así la gente no perdería el tiempo en esos asuntos
navideños, pensaba el empresario.
Pero se dio cuenta que su invento fue
todo un fracaso económico. La gente no compró ni uno. Eduard estaba muy triste,
no comprendía en qué había fallado. Hasta entonces siempre habían tenido mucho
éxito sus innovadores productos. Creía que su invento sería todo un éxito y sin
embargo fue un verdadero desastre. Todo su esfuerzo y sus esperanzas habían
sido en vano. Estaba demasiado triste, su familia nunca lo había visto así.
Ese día decidió irse a casa caminando,
con paso melancólico y sereno. Cuando llegó, todos dormían menos su hija menor,
Andrea, que esperaba cariñosa su llegada. Eduard abrió la puerta con sigilo
para no despertar a los suyos, pero su pequeña corrió a sus brazos.
‐ Deberías estar dormida mi pequeña‐
dijo el empresario con gesto cansado.
‐ Papi ‐comenzó la pequeña‐ sé que estás
muy triste y eso no me gusta. Tú eres el mejor empresario del mundo, tus
invenciones son las mejores y todos los clientes quieren comprar en tu galería.
Todos estamos muy orgullosos de ti.
‐ Ya lo sé, cariño, pero esta vez he
fracasado‐ añadió Eduard.
‐ No es cierto, papá‐ contestó la
pequeña‐ tu nuevo producto no ha gustado y el motivo es evidente.
‐ ¿Ah sí? ¿Cuál es? ‐preguntó el padre
intrigado por conocer la respuesta de su hija.
‐ Muy sencillo, a las personas nos gusta
colocar el árbol de navidad en compañía de nuestros seres queridos. Es una
excusa para reunirnos, merendar y compartir momentos y recuerdos que perdurarán
en nuestros corazones. Por lo que si una máquina nos los evitase, nos quitaría
vida y felicidad. ¿Comprendes ahora, papi?
Eduard no tuvo palabras para responder a
su pequeña. Se quedó más pensativo de lo que ya estaba. Acompañó a Andrea a su
cuarto, la arropó y le dio un beso. Esa noche el empresario tampoco dormiría.
A primera hora de la mañana Eduard
acudió raudo a sus grandes almacenes. Se deshizo por completo de todas las máquinas
que había creado y colgó en la puerta el cartel de "cerrado". Compró
el árbol de navidad más grande del mercado y se dirigió a la plaza del pueblo
con él. Desde allí llamó a todos los vecinos, a sus empleados y por supuesto a
su familia. La gente acudió extrañada ante tal llamada. El empresario pronto se
vio rodeado entre la multitud. Todos le miraban y aguardaban en silencio a que
Eduard hablase.
‐ Amigos, quiero daros las gracias por
venir y quisiera deciros que me he equivocado. Quería ser aún más rico y el
dinero me cegó. Pero gracias a un corazón tan puro y limpio de avaricia como el
de una niña, pude comprender mi error. El dinero no lo es todo, pero la
compañía de nuestros seres queridos si, y no lo podemos cambiar por nada, así
que...
Todos los ciudadanos que allí le
acompañaban rieron y aplaudieron sus palabras. Juntos adornaron el gigantesco árbol
Navideño que Eduard había puesto en la plaza. Compartieron unos momentos
felices que quedarían grabados para siempre en sus recuerdos y en sus
corazones.
Más allá de la importancia que los niños
le dan al hecho de recibir regalos, la Navidad también representa para ellos
recibir cariño y afecto, así como compartir momentos de ilusión con sus seres queridos.
La Navidad puede ser una gran ocasión
que tenemos los adultos para demostrarles con medios afectivos y no solo
materiales la importancia que tienen para nosotros. Es una oportunidad para que
los niños afiancen su identidad, estima y valía. Según comenta Paulo Acero
Rodríguez: "todas las culturas y las familias se establecen alrededor de
rituales, los cuales generan identidad y pertenencia en el ser humano”.
Para ello, no es necesario realizar
grandes montajes que nos pueden llevar a la saturación y agotamiento físico y
mental, sin que esto nos lleve a conseguir los fantaseados resultados
esperados. Algunos adultos se aferran a la Navidad como una fantasía que le
proporcione la satisfacción que les permita escapar, aunque sea por unos días o
unas horas, del desespero de vivir. Al igual que se adorna el árbol o el belén,
hay personas que adornan su vida durante estos días, en la creencia de que
alcanzará estos objetivos, apoyándose en una falsa plataforma.
En este sentido, recordamos unas
palabras de Freud: "...quienes se ven obligados, por imperativo de la
cultura, a ser mejores de lo que su naturaleza les permite, acaban por enfermar
de neurosis, porque habrían sido más felices de haber podido comportarse,
pensarse y vivir de una forma más acorde con su predisposición."
Los niños, como nos hace ver Andrea en
el cuento, son unos verdaderos expertos en interpretar señales no verbales y
captan con facilidad la realidad interna de los adultos que les rodean. Es por
esto importante tanto que seamos coherentes con nuestros sentimientos, así como
que sepamos dar importancia y prioridad en estas fechas a los aspectos
verdaderamente "relevantes".
Los pequeños que viven la Navidad en
familia fomentan el valor de la solidaridad, la seguridad y la unión... al
igual que se fomenta la capacidad de socialización. “Un pequeño que tiene la
oportunidad de tener afecto socializa mejor y es más seguro” (M. Ariza).
Descargar el cuento "El invento Navideño" - Faros Sant Joan de Déu
Fuentes:
-
D.V.
Pérez Rumoroso - "El invento Navideño" - Faros Sant Joan de Déu. Los
cuentos de la abuela.
-
B.
Bettelheim - "Psicoanálisis de los cuentos de hadas" (1975)
-
F.
Ortiz - "Efectos de la Navidad"
(2010)
-
K.J.
Sánchez - "Compartir la Navidad en familia estimula los valores en los
niños" (2011)