
“Cuento historias. Y me gustaría contarles algunas historias personales sobre lo que llamo «el peligro de una sola historia».
Crecí en un campus
universitario al este de Nigeria. Fui una lectora precoz y lo que leía
era literatura infantil inglesa y
estadounidense. Todos mis
personajes eran blancos y de ojos azules, que
jugaban en la nieve, comían manzanas y solían hablar sobre el clima: "qué bueno que el sol ha salido". Esto a pesar de que vivía en Nigeria y nunca había salido de Nigeria, no teníamos nieve, comíamos mangos y nunca hablábamos sobre el clima porque no era necesario. Mis
personajes bebían cerveza de jengibre porque
los personajes de los libros que leía, bebían
cerveza de jengibre. No importaba que yo no
supiera qué era.
Muchos años después, sentí un gran deseo
de probar la cerveza de jengibre; pero
esa es otra historia.
Creo que esto demuestra cuán vulnerables e
influenciables somos ante una historia, especialmente en nuestra infancia. Dado que yo sólo leía libros en los que los personajes eran extranjeros, estaba convencida de que los libros, por naturaleza, debían tener extranjeros, y narrar cosas con las que
yo no podía identificarme. Todo cambió
cuando descubrí los libros africanos. No había
muchos disponibles y no eran fáciles de
encontrar como los libros extranjeros.
Gracias a autores como Chinua Achebe y Camara Laye
mi percepción mental de la literatura cambió. Me di cuenta que personas como yo, niñas con piel color chocolate, cuyo cabello rizado no se podía atar en colas de
caballo, también podían existir en la
literatura. Comencé a escribir sobre cosas que
reconocía.

Mi familia es nigeriana, convencional de clase media. Mi padre fue profesor, mi
madre fue administradora y teníamos, como era
costumbre, personal doméstico de pueblos
cercanos. Cuando cumplí ocho años, un nuevo
criado vino a casa, su nombre era Fide. Lo único que mi madre nos contaba sobre él era que su familia era muy pobre. Mi madre enviaba batatas y arroz y nuestra ropa vieja a su familia. Cuando no me acababa mi cena, mi madre decía "¡Come! ¿No sabes que la familia de Fide no
tiene nada?" Yo sentía gran lástima por
la familia de Fide.
Un sábado, fuimos a visitarlo a su pueblo, su
madre nos mostró una bella cesta de rafia
teñida hecha por su hermano. Estaba
sorprendida, pues no creía que alguien de su
familia pudiera hacer algo. Lo único que sabía es que eran muy pobres y era imposible verlos como
algo más que pobres. Su pobreza era mi única
historia sobre ellos.
Años después, pensé sobre esto cuando dejé Nigeria
para ir a la universidad en EE.UU. Tenía
19 años. Mi compañera de cuarto
estadounidense, preguntó dónde había aprendido
a hablar inglés tan bien y se mostró
confundida cuando le dije que en Nigeria el idioma
oficial resultaba ser el inglés. Me preguntó
si podría escuchar mi "música tribal" y
se mostró por tanto muy decepcionada cuando le
mostré mi cinta de Mariah Carey. Ella pensaba
que yo no sabía usar una estufa.
Me impresionó que ella sintiera lástima por mí incluso
antes de conocerme. Su posición por omisión
ante mí, como africana, se reducía a una
lástima condescendiente. Mi compañera conocía
una sola historia de África, una única
historia de catástrofe. En esta única historia, no era posible que los africanos se parecieran a ella de ninguna
forma, no había posibilidad de sentimientos
más complejos que la lástima, no había
posibilidad de una conexión como iguales.
Debo decir que antes de ir a EE.UU., yo no
me identificaba como africana (...) llegué a
abrazar esta nueva identidad y ahora pienso en
mí misma como africana. Así que después de vivir unos años en EE.UU. como africana, comencé a entender la reacción de mi compañera. Si yo no hubiera crecido en Nigeria y si mi
impresión de África procediera de las imágenes
populares, también creería que África es un
lugar de hermosos paisajes y animales y gente
incomprensible, que libran guerras sin sentido
y mueren de pobreza y SIDA, incapaces de
hablar por sí mismos, esperando ser salvados por un extranjero blanco y gentil. Yo veía a los africanos de la misma forma en que, como niña, vi la familia de Fide.
Comencé a entender a mi compañera estadounidense,
que durante su vida debió ver y
escuchar diferentes versiones de esta única
historia, al igual que un profesor, quien dijo que mi novela no era "auténticamente
africana". Yo reconocía que había varios defectos en la novela, que
había fallado en algunas partes, pero no
imaginaba que había fracasado en lograr algo
llamado autenticidad africana. De hecho, yo no
sabía qué era la autenticidad africana. El profesor dijo que mis personajes se parecían demasiado a él,
un hombre educado, de clase media. Mis
personajes conducían vehículos, no morían de
hambre; entonces, no eran auténticamente
africanos.
Debo añadir que yo también soy cómplice de
esta cuestión de la historia única. Hace unos
años, viajé desde EE.UU. a México. El clima
político en EE.UU. entonces era tenso, había
debates sobre la inmigración. Y como suele
ocurrir en EE.UU., la inmigración se convirtió
en sinónimo de mexicanos. Había historias infinitas
donde los mexicanos se mostraban como gente
que saqueaba el sistema de salud, escabulléndose por la frontera, arrestados y cosas así.
Recuerdo una caminata en mi primer día en Guadalajara mirando a la gente ir al trabajo, amasando tortillas en el mercado, fumando, riendo. Recuerdo
que primero me sentí un poco sorprendida y
luego me embargó la vergüenza. Me di cuenta
que había estado tan inmersa en la cobertura
mediática sobre los mexicanos que se habían
convertido en una sola cosa, el inmigrante
abyecto. Había creído en la historia única
sobre los mexicanos y no podía estar más
avergonzada de mí. Es así como creamos la
historia única, mostramos a un pueblo como una
cosa, una sola cosa,
una y otra vez, hasta que se convierte
en eso.
Hace años, cuando supe que se esperaba que los escritores tuvieran infancias infelices para ser exitosos, comencé a
pensar sobre cómo podría inventar cosas
horribles que mis padres me habían hecho. Pero la verdad es que tuve una infancia muy feliz, llena de risas y amor, en una familia muy unida. Pero también tuve abuelos que murieron en campos de
refugiados, mi prima Polle murió por falta de
atención médica (...) Crecí bajo regímenes
militares represivos que daban poco valor a la
educación, por lo que mis padres a veces no
recibían sus salarios. En mi infancia, vi la
mermelada desaparecer del desayuno, luego la
margarina, después el pan se hizo muy costoso, luego se racionó la leche;
pero sobre todo un miedo político generalizado
invadió nuestras vidas.
Todas estas historias me hacen quien soy, pero
si insistimos sólo en lo negativo sería
simplificar mi experiencia, y omitir muchas
otras historias que me formaron. La historia única crea estereotipos y el problema con los estereotipos no es que sean falsos sino
que son incompletos. Hacen de una sola
historia la única historia.
Es cierto que África es un continente lleno de catástrofes, hay catástrofes inmensas como las violaciones en el
Congo y las hay deprimentes, como el hecho de
que hay 5,000 candidatos por cada vacante
laboral en Nigeria. Pero hay otras historias
que no son sobre catástrofes y es igualmente
importante hablar sobre ellas.
Siempre he pensado que es imposible compenetrarse
con un lugar o una persona sin entender todas
las historias de ese lugar o esa persona. La
consecuencia de la historia única es ésta:
roba la dignidad de los pueblos, dificulta el
reconocimiento de nuestra igualdad humana, enfatiza
nuestras diferencias en vez de nuestras
similitudes. (...) Es lo que el escritor nigeriano Chinua Achebe llama
"un equilibrio de historias".
Las historias importan. Muchas historias
importan. Las historias se han usado para
despojar y calumniar, pero las historias
también pueden dar poder y humanizar. Las
historias pueden quebrar la dignidad de un pueblo, pero
también pueden reparar esa dignidad rota.
Me gustaría terminar con este pensamiento: cuando
rechazamos la historia única, cuando nos damos
cuenta de que nunca hay una sola historia sobre
ningún lugar, recuperamos una suerte de
paraíso”. Chimamanda Adichie
La lectura de esta charla nos anima a realizar un pequeño esfuerzo por no hacer inmutable la visión de una situación dada. Nos invita a ir más allá e incorporar la sensibilidad para añadir otro tipo de matices que, en realidad, enriquecerán la forma en la que vemos dicha situación, así como a nosotros mismos en nuestro desarrollo personal.
Si quieres ver el video de la conferencia TED completa pincha aquí
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