
El éxito en el siglo XXI requiere de un conjunto de habilidades que sobrepasan los estándares curriculares y de formación impartidos actualmente a nivel académico y organizacional. Las cualificaciones necesarias para el éxito incluyen, por supuesto, las respuesta creativas y la capacidad para tomar decisiones complejas basados en el correcto análisis de la información.
Una encuesta
mundial realizada por Adobe, encontró que el 80% de las personas sienten que la
creatividad es un factor crucial para el crecimiento económico. A esto se
sumaría el hecho de que los trabajos que parecen ser menos vulnerables a la
automatización son aquellos que requieren de gran creatividad. Es decir, los trabajos
más valiosos serán aquellos que no pueden ser desempeñados por ordenadores. Esto
implica que mientras a nivel global, la creatividad puede ser fundamental para
el crecimiento económico a largo plazo, a nivel individual, en los años
venideros, la creatividad se convertirá también en algo fundamental para la
supervivencia económica a largo plazo.
En lo que respecta al contexto
educativo, muchos (desde Sir Ken Robinson hasta la Sociedad para habilidades
del siglo XXI), han identificado la creatividad como una de las habilidades más
críticas o (en el caso de Robinson) la habilidad más importante que necesitan
nuestros niños para sobresalir en este siglo.
Dada la creciente compresión del
papel crítico que juega el proceso creativo de cara a los retos del siglo XXI,
la investigación neurocientífica al respecto ha proliferado, intentando
comprender qué es lo que sucede en el cerebro durante el proceso creativo.
La mayor parte de las
conclusiones que han arrojado este tipo de estudios, han dado un vuelco a las
nociones simplistas y convencionales que se han tenido hasta el momento en
cuanto a la neurociencia de la creatividad.
Para empezar, mientras que
solíamos creer que la creatividad era el acto de hacer o producir algo a partir
de la nada, ahora sabemos que la creatividad es casi siempre recombinatoria. Es
lo que ocurre cuando nueva información tropieza con viejos pensamientos para
dar a lugar algo totalmente nuevo. Por lo tanto, si queremos aumentar nuestra
creatividad, tenemos que trabajar tres componentes fundamentales: el acceso a
la nueva información, el reconocimiento de patrones (para que las ideas puedan
conectarse entre sí), y el acceso a una gran base de datos de vieja información
(para que ideas dispares puedan unirse y conectarse en formas novedosas).
En este punto es donde los
estados de flujo entran en acción, es decir, el flujo creativo. Los investigadores
saben desde hace tiempo que el flujo tiene un impacto directo y significativo sobre
la creatividad. Estamos empezando a entender cómo el flujo hace esta magia: se
vale de la neuroquímica (entre otras cosas) para impulsar cada estado del
proceso creativo.
En estado de flujo –flujo
creativo-, el cerebro libera un grupo de neuroquímicos, incluyendo la
norepinefrina, dopamina y la anandamida. Tanto la norepinefrina como la
dopamina son químicos que amplifican la capacidad para enfocarse (por lo que
prestamos más atención al momento presente y por tanto notamos más la novedad).
Hay cada vez más evidencia que muestra que la dopamina y la norepinefrina
también disminuyen la señal de ruido en el cerebro, lo cual es una forma
elegante de decir que estas incrementan el reconocimiento de patrones, es
decir, incrementan nuestra habilidad para conectar ideas. Además de esto, la
anandamida estimula el pensamiento lateral, que es la habilidad del cerebro
para acceder a información extensa o remota y conectarla entre sí. En otras
palabras, los neuroquímicos responsables del estado de flujo rodean y
amplifican cada paso en el proceso creativo.
A pesar de conocer la importancia
del estado de flujo en el proceso creativo, los esfuerzos para valernos de
estos conocimientos en las estrategias de enseñanza y formativas son escasos. Hoy
en día, solo una de cada cuatro personas cree que están aprovechando su
potencial creativo, y tres de cuatro personas dicen que a pesar de que se
intenta cultivar el pensamiento reflexivo e innovador, en lo que respecta a sus
puestos de trabajo, son presionados para ser más productivos, no más creativos.
Por otra parte, hallazgos recientes
en cuanto a la neurociencia de la creatividad sugieren que la distinción entre
cerebro izquierdo/derecho no refleja el panorama completo de cómo la
creatividad se ejecuta en el cerebro. La creatividad no involucra una sola
región cerebral o un solo lado del cerebro. En su lugar, todo el proceso
creativo –desde la preparación, hasta la incubación, la fase de “iluminación”, y
la de verificación- se compone de muchos procesos cognitivos que interactúan
(tanto consciente como inconscientemente) y de emociones. Dependiendo de la
etapa del proceso creativo, y de aquello que estamos intentando crear,
diferentes regiones del cerebro son llamadas a realizar la tarea.
Más importante aún, muchas de
estas regiones cerebrales funcionan como un equipo orientadas a llevar a cabo
el trabajo, y muchas requieren de la participación de estructuras de ambos
lados del cerebro. La investigación en años recientes sugiere que la cognición
es resultado de las interacciones dinámicas de áreas cerebrales distribuidas
que operan en redes a larga escala. Dependiendo de la tarea a realizar,
diferentes redes cerebrales entrarán en acción.
La clave para entender la
neurociencia de la creatividad, yace no solo en el conocimiento de las redes a
gran escala, sino en el reconocimiento de que los diferentes patrones de
activación y desactivación neuronal son importantes en diferentes etapas del
proceso creativo.
En una investigación reciente,
Rex Jung y colaboradores, proporcionan una primera aproximación en cuanto a
cómo la cognición creativa crea un mapa en el cerebro humano. La revisión
apunta a que cuando queremos “desatar” asociaciones, permitir que nuestra mente
vague libremente, imaginar nuevas posibilidades y silenciar la crítica interna,
es bueno reducir la activación de la red de atención ejecutiva (pero solo un
poco, no por completo, ya que algunas veces es importante traer de vuelta al
panorama a la red de atención ejecutiva y evaluar e implementar críticamente
las ideas creativas) y aumentar la activación de las redes de imaginación. En
este sentido, investigaciones recientes con músicos de jazz y raperos que
llevan a cabo improvisaciones, sugiere que eso es precisamente lo que sucede en
el cerebro mientras se encuentra en un estado de flujo.
Aunque la investigación
neurocientífica en cuanto al proceso creativo ha avanzado notablemente,
muchísima más investigación es necesaria para explorar cómo se ejecuta éste en
el cerebro, y continuar así desechando nociones anticuadas en cuanto a cómo
funciona la creatividad. Aún más, nos queda mucho camino por recorrer en cuanto
a la forma en la que hemos de implementar los nuevos datos arrojados por la
investigación del proceso creativo en la forma en la que entrenamos a niños,
adolescentes y adultos en sus diversos contextos, de manera que dicho entrenamiento
impulse el flujo creativo y seamos realmente capaces de enfrentar los retos que
el mundo actual nos exige, empezando por entrenar esta importante habilidad.
Compendio realizado por Kreadis con información de: StevenKotler en Forbes, Judy Willis en Edutopia, y Scott Barry Kaufman en Scientificamerican.
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