
Cada vez es más frecuente encontrar
personas a las que les cuesta mucho ‘tomarse una pausa’, por lo que la época de
descanso se convierte en un momento difícil de gestionar que puede generar
inquietud y malestar. Acostumbrados a un ritmo de vida y trabajo, a rutinas
establecidas e intercambios previstos, son muchos los que sufren ante un
periodo que viven como la pérdida de un marco de seguridad: la rutina y su
identidad profesional.
Situaciones como dedicar más
tiempo a relaciones familiares y sociales, organizar los viajes y el tiempo
vacacional, la dependencia del trabajo o, incluso, cambios de residencia que se
reservan para estas fechas, suelen ser algunos de los factores que desencadenan
mayor sensación de estrés. En otras ocasiones, periodos sostenidos de tensiones
o sobrecarga emocional que son enmascarados y soslayados por la rutina,
aparecen repentinamente cuando nos introducimos en la pausa, lo que aflora
ciertos malestares que pueden haber estado presentes durante muchos meses.
Asimismo, las expectativas que se
establecen en cuanto a las vacaciones y la manera en la que empleamos nuestro
tiempo durante las mismas, también pueden generar estrés cuando estas son muy
altas o poco realistas. En este sentido, es deseable mantener unas expectativas
equilibradas que puedan ajustarse a ritmos realistas, así como al ritmo de
aquellos con los que compartimos el periodo de vacaciones. Por ejemplo, hace
poco una pareja nos comentaba durante su sesión, que planeaban visitar junto
con sus 2 hijos -de 5 y 7 años- 3 países europeos distintos durante su semana
de vacaciones. Querían “aprovechar al máximo el tiempo libre” sin tener en
cuenta que dicha planificación podría conllevar a un mínimo descanso de la
familia y, por ende, mayor sensación de sobrecarga y cansancio. De alguna
manera, el ritmo de trabajo usual se trasladaba así al espacio vacacional.
Cuando las vacaciones se
idealizan, suelen generar en muchos casos sentimientos de frustración. Además
de esto, al cambiar los esquemas de la convivencia familiar, muchas veces se
cae en conflictos continuos en este contexto. Así, la ruptura de la rutina
puede traer consigo decaimiento y ansiedad.
En líneas generales, estas son
algunas de las circunstancias que suelen desencadenar estrés vacacional:
-Dificultades en la gestión del
tiempo: Es frecuente la sensación de desorientación o “falta de productividad”
en aquellos acostumbrados a ritmos vertiginosos de trabajo, así como a “no
saber qué hacer con tanto tiempo libre”. En respuesta a esto, puede caerse en
el error de intentar pautar itinerarios intensos, cargados de actividades, o
establecer grandes demandas en el espacio temporal disponible, lo que redunda
en mayor sensación de sobrecarga y tensión.
-Dificultad para desconectar del
trabajo: Esto es especialmente frecuente en personas cuya identidad profesional
alimenta en gran medida su identidad global, así como en aquellos con cargos de
responsabilidad. En dichos casos, se suele aumentar el uso de dispositivos
tecnológicos para mantenerse al tanto de los temas relacionados con el trabajo,
de manera que no se hace una pausa plena en cuanto al mismo.
-Dificultad para adaptar la
rutina: En estos casos se puede caer en intentar llevar una planificación o
bien muy rígida o muy laxa que genera mayor estrés.
-Conflictos familiares: Durante
las vacaciones, es mayor el tiempo disponible para compartir con la pareja,
hijos, padres, hermanos… lo que en ocasiones representa un aumento de las
discusiones a nivel familiar. En algunos casos, los conflictos ocultos tras la
rutina salen a la luz durante las vacaciones, ya que se perciben temas que
quedan disimulados por el ritmo de trabajo y las obligaciones en general.
Gestionar las relaciones familiares durante el verano no suele ser sencillo. Por
ejemplo, son frecuentes las diferencias de opiniones en cuanto a los planes,
destinos, formas de usar el tiempo… entre los miembros de la familia, así como
cambios en cuanto a las dinámicas de la familia y pareja.
El estrés vacacional no
necesariamente representa episodios angustiosos o de gran intensidad emocional,
a veces se manifiesta a través de signos más sutiles en el contexto de las
dinámicas familiares, en el plano físico (malestares digestivos, cansancio,
dolores de cabeza), dificultad para conciliar el sueño o irritabilidad.
Algunas de las claves para prevenir
el estrés en vacaciones son:
1. Establecer objetivos equilibrados y realistas a cumplir durante el
periodo de vacaciones, dejando un margen para imprevistos. Toda planificación
debe incluir un espacio de flexibilidad que de respuesta ante las situaciones
novedosas o que no han sido consideradas previamente. Es útil hacer una lista
de tareas, de esta forma evitamos los pensamientos recurrentes de “Tengo que…”.

3. Siempre que sea posible, es
recomendable distribuir las vacaciones en
diferentes etapas, dado que el estrés vacacional (y post-vacacional) suele
aumentar en periodos largos de descanso.
4. Hacer una verdadera pausa laboral. No significa olvidarnos hasta de
en qué trabajamos… todo cerrado,
de forma que el trabajo se eterniza. Saber delegar y establecer límites y
objetivos resulta imprescindible y fundamental.
significa poner límites a las obligaciones laborales y
respetarlos, de forma que estas no se apropien de todo nuestro tiempo, en
especial el que ha de estar dedicado al descanso y disfrute. Muchas veces nos
enfrascamos en acabar con las “tareas pendientes” antes de empezar las
vacaciones, intentando dejarlo
5. Regular el uso de nuevas tecnologías y dedicar tiempo a actividades
placenteras. Es necesario promover actividades que conlleven a un descanso
real: físico, mental y emocional.
6. Mantener hábitos saludables, integrando los cambios que supone el
periodo vacacional. Es recomendable mantenerse activo y establecer ritmos
saludables en cuanto a sueño, deporte y alimentación. Tanto las horas que dedicamos
a dormir, como la clase de alimentación que llevamos afecta nuestro estado de
ánimo, por lo que una rutina de actividad y alimentación equilibrada disminuyen
los niveles de estrés y ansiedad.
7. Planear el regreso de vacaciones. Es aconsejable que los últimos
días se mantenga una rutina normalizada, que permita el retorno y adaptación
gradual al ritmo habitual de trabajo.
Aunque es difícil garantizar que
el periodo vacacional no genere ansiedad o se produzcan conflictos durante el
mismo, podemos poner en práctica algunas pautas para prevenir el estrés y
disfrutar verdaderamente del descanso. Las pausas son parte necesaria del
trabajo, por lo que hemos de aprovecharlas para que estas potencien
verdaderamente nuestro bienestar emocional.
¡Felices vacaciones!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Muchas gracias por tu comentario. Un cordial saludo. El equipo de Kreadis